El gran fiasco de los retretes automáticos de Shibuya

El gran fiasco de los retretes automáticos de Shibuya
Un fallo informático ha dejado la mayoría de los váteres públicos de la estación de Shibuya, Tokio, con las puertas permanentemente abiertas. Los usuarios, sin privacidad alguna, se enfrentan a un "glitch" que convierte una necesidad básica en una situación cómica y vergonzosa. El operador trabaja para solucionar este curioso problema de alta tecnología.
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Imagina esta escena: estás en Tokio, la cuna de la tecnología punta, de los trenes bala y de los váteres con mil botones que hacen de todo menos prepararte el café. Llegas a la bulliciosa estación de Shibuya, una de las más transitadas del mundo, con una necesidad… imperiosa. Entras al baño público, esperando la pulcritud y la eficiencia japonesa, y te encuentras con un panorama digno de una comedia de situación. ¡Sorpresa! Las puertas de la mayoría de las cabinas están… abiertas de par en par. Y no, no es que alguien se haya olvidado de cerrar. Es que no pueden.

Esta es la peculiar pesadilla que vivieron (y probablemente siguen viviendo) miles de usuarios en la estación de Shibuya. Un «glitch» informático, de esos que te hacen cuestionar la confianza en la inteligencia artificial, ha convertido los modernos retretes automáticos en un escaparate a la intimidad. Las puertas, que deberían cerrarse solas al detectar tu presencia y abrirse una vez ‘finalizada la misión’, se han quedado en modo ‘bienvenida permanente’. ¿Privacidad? ¿Qué es eso? Según los afectados, la experiencia es la de «no tener privacidad alguna», una situación un tanto incómoda cuando solo quieres hacer pis o lo que surja.

El sistema en cuestión, conocido como ‘One-motion-toilet’, está diseñado para la máxima comodidad y fluidez, eliminando la necesidad de tocar manillas. Pero claro, cuando el software falla, la comodidad se transforma en un drama público de dimensiones épicas. Durante al menos un mes, la situación fue un quebradero de cabeza para la operadora Tokyu Corp, que gestiona la estación. Prácticamente todos los 13 baños con múltiples cabinas estaban afectados, tanto los masculinos como los femeninos. Para paliar la vergüenza ajena de los usuarios, la estación tuvo que desplegar personal para hacer de ‘guardianes de la privacidad’, avisando a la gente de lo que se iba a encontrar y colocando carteles que, suponemos, decían algo como ‘¡Cuidado, aquí se ve todo!’

Así que, mientras los ingenieros se devanan los sesos con el fabricante para dar con la tecla que cierre estas puertas indiscretas, los retretes de Shibuya se han convertido en un símbolo de que hasta la tecnología más avanzada puede tener un mal día. Y para los viajeros, en una lección de humildad y, quizás, de aguantar hasta llegar a casa. ¡Menudo papelón!