El mago que olvidó la contraseña de su propia mano

El mago que olvidó la contraseña de su propia mano
El ilusionista Li Lau, de Brighton, vivió una pesadilla de tres días tras olvidar la clave de sus esposas personalizadas durante un truco. Ni bomberos ni policías pudieron liberarlo, hasta que la memoria le hizo un 'abra cadabra' y recordó el código, poniendo fin a su involuntaria performance.
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Los magos y artistas del escape nos tienen acostumbrados a lo imposible, a trucos que desafían la lógica y a liberaciones de lo más inverosímil. Pero, ¿qué pasa cuando el ilusionista se convierte en la víctima de su propia magia? Pues que la cosa se pone… curiosa. Este es el caso de Li Lau, un mago de Brighton con un sentido del humor que ahora incluye un buen puñado de ironía.

Resulta que Li Lau estaba dándole vueltas a un truco de lo más chulo: una ilusión de la “mano que desaparece” para la que había diseñado unas esposas a medida, hechas para encajar perfectamente con su mano y tener un aspecto muy, muy realista. El mecanismo de marras se abría con una clave numérica de cuatro dígitos. ¿El problema? Que durante el show, o quizás ensayando, se le olvidó por completo la dichosa combinación. Así, sin más, un ‘blackout’ mental de manual.

Y lo que podría haber sido un pequeño contratiempo se convirtió en una odisea de tres días. ¡Tres días con la mano atrapada en su propia creación! Imaginad la situación: un mago, especialista en liberarse de todo, atrapado por su propio invento. La vergüenza, el incordio para el día a día, y la desesperación, todo en uno. Tuvo que llamar a los servicios de emergencia, y claro, la cosa tuvo su gracia. Los bomberos, que al principio pensaron que era una broma de mal gusto, no pudieron ayudarle sin el riesgo de causarle más daño. La policía, tampoco es que fueran la solución mágica para el problema de un mago despistado. Y los cerrajeros, que suelen tener la llave para todo, se encontraron con un diseño tan particular (y tan de ilusionista) que se rindieron sin poder abrir la cerradura de fantasía.

«Los bomberos me dijeron que no podían cortarla, que habría sido demasiado peligroso. La policía también fue inútil y el cerrajero dijo que no podía abrir la cerradura porque era una ilusión», explicó Lau al periódico Metro en su momento. La historia es un clásico del “tierra trágame”.

Finalmente, tras días de frustración y pensar en todas las combinaciones posibles, el milagro ocurrió. Mientras intentaba conciliar el sueño, con la mano aún prisionera, la clave, como por arte de magia (nunca mejor dicho), apareció en su mente. ¡Un ‘eureka’ liberador que le devolvió la libertad! Aunque la experiencia fue de todo menos placentera, Li Lau demostró su profesionalidad, adaptando sus espectáculos para seguir actuando, aunque fuera con una mano menos en la práctica. Una anécdota que, sin duda, se ha convertido en parte de su propia leyenda.