
¿Alguna vez te has encontrado con alguien que se llama exactamente igual que tú? ¿Y si ese alguien fuera un convicto peligroso y, de repente, la policía de media California empezara a tratarte como si fueras él? Pues bien, esta es la surrealista y agotadora realidad de Rodney L. Johnson, un respetable profesor de instituto en Fremont, California, cuya vida se ha convertido en una comedia de errores… aunque él no le ve la gracia, la verdad.
Imagina la escena: estás tranquilamente en casa, o conduciendo al trabajo, y de repente, luces azules en el retrovisor. ¡Otra vez! En solo 18 meses, Rodney ha sido parado por la policía la friolera de diez veces. ¿El motivo? Una desafortunada coincidencia con un tal Rodney L. Johnson, sí, lo has adivinado, con el mismo nombre y una fecha de nacimiento sospechosamente similar, pero con un «pequeño» detalle: es un delincuente convicto de Texas buscado por la justicia.
Nuestro Rodney, el bueno, ha pasado por todo: desde ser esposado a punta de pistola frente a su casa hasta ser arrastrado a la comisaría de la Patrulla de Carreteras de California (CHP) y retenido durante horas. Incluso llegó a tener una orden de arresto federal pendiente sobre su cabeza, ¡y todo por ser el Rodney equivocado! Se ha perdido eventos familiares y ha vivido momentos de pura angustia, siempre con la misma cantinela policial: «Tenemos una orden para un Rodney L. Johnson».
La cosa es que, por mucho que Rodney muestre su carné, su DNI, su partida de nacimiento, o incluso se ofrezca a ser identificado por sus huellas dactilares (que ya se las ha tomado y registrado para la base de datos estatal, por cierto), la burocracia policial parece tener memoria de pez. Los agentes consultan la base de datos, ven la ficha del Rodney malo, y a pesar de las obvias diferencias físicas y un número de la Seguridad Social distinto, el error se repite una y otra vez. Es como si el sistema de identificación policial tuviera un bug que nadie sabe o quiere arreglar.
El pobre Rodney ha intentado por todos los medios solucionar este entuerto digno de película. Ha enviado cartas con su abogado, tiene un documento oficial del Tribunal Superior del Condado de Alameda confirmando que él no es el delincuente y hasta ha dejado sus huellas dactilares para demostrar su inocencia. Pero nada. La persecución de su «alter ego» delincuente no cesa, y la frustración crece día a día.
Este calvario no solo afecta a su libertad, sino también a su seguridad y su reputación. Un profesor que es constantemente acosado por la policía no proyecta precisamente la mejor imagen. Rodney incluso se plantea la posibilidad de mudarse, una medida drástica para escapar de un fantasma que le persigue por un simple capricho del destino… y de unas bases de datos un tanto confusas.
Así que, la próxima vez que te quejes de un trámite burocrático, recuerda la historia de Rodney L. Johnson. Su vida es un recordatorio hilarante (para los demás) y aterrador (para él) de que a veces, tener un doble delincuente puede ser mucho peor que cualquier malentendido.
