
Imagínate la escena: estás en el aeropuerto, el tiempo corre en tu contra, la puerta de embarque está a punto de cerrar y, de repente, descubres un ‘pequeño’ problema. Para una pareja en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, ese problema tenía pañales y un pasaporte caducado.
Nuestros protagonistas, con más prisas que un mensajero en Navidad, llegaron tarde a su vuelo de Ryanair con destino a Bruselas. Para rematar la jugada, el mostrador de facturación ya estaba cerrado. Como es habitual en estos casos, les indicaron que se dirigieran al mostrador para rezagados, donde la cosa se complicó de verdad.
Allí, frente al personal de la aerolínea, se toparon con la cruda realidad burocrática: el pasaporte de su bebé había expirado. ¿Qué hacer en una situación así? ¿Cancelar el viaje? ¿Buscar una solución diplomática? ¡Qué va! La opción C, la de ‘a ver si cuela’, fue la elegida, pero con un giro de guion inesperado.
En una decisión que desafía toda lógica parental, la pareja decidió que el bebé y su carrito eran un lastre para su objetivo vacacional. Con la naturalidad de quien deja una maleta olvidada, abandonaron al niño en su cochecito junto al mostrador y se lanzaron en un sprint épico hacia el control de seguridad, con la esperanza de embarcar en su vuelo.
El personal del aeropuerto, que seguramente creía haberlo visto todo, se quedó a cuadros. Alertaron inmediatamente a la seguridad, que no tardó en llamar a la policía. Un empleado de Ryanair declaró a los medios locales que estaban todos en shock. ‘Nunca hemos visto nada igual. No podíamos creer lo que estábamos viendo’, comentó.
La aventura vacacional de la pareja terminó antes de empezar. La policía los localizó rápidamente, los detuvo y se los llevó para interrogarlos. Por suerte, el bebé, el único inocente en esta historia, fue puesto a salvo y reunido con otros familiares que acudieron al aeropuerto.
