
Imagínate la escena: estás tranquilamente en tu turno de voluntario en una tienda benéfica de Nelson, en la Columbia Británica, cuando de repente te topas con algo que podría ser, agárrate, ¡una obra de arte valorada en unos 100.000 dólares! Esto no es el guion de una comedia, es lo que le pasó a Jane Woolley en el Nelson & District Resource Centre thrift store.
Jane, con ese ojo clínico que solo tienen algunos, se topó con un cuadro de paisaje de metro y medio por un metro (o lo que es lo mismo, 3 por 5 pies si eres más de medidas imperiales). Al principio, la gente pensó que era una reproducción. ¡Pero ojo! Jane insistió. El estilo le sonaba, le recordaba a algo grande. Y no se equivocaba, la intuición no le falló ni un poquito.
Este misterioso lienzo, que inicialmente iba a venderse por unos míseros 200 dólares (¡qué locura!), ha resultado ser, con mucha probabilidad, un auténtico Frank H. Johnston, uno de los legendarios ‘Group of Seven’ canadienses. ¿Os imagináis la cara de la gente cuando un experto de la Roberts Gallery de Victoria, Ian G. Roberts, les dijo que venderlo por 200 pavos sería “un crimen absoluto”? Es para hacer una serie de Netflix, sinceramente.
La odisea del cuadro empezó con una donación anónima, como muchas otras. La gente en Canadá suele dejar sus objetos, a veces sin dejar rastro. Y claro, el centro benéfico, que se dedica a ayudar a la gente, no suele llevar un registro exhaustivo de cada donación de ‘menor valor’. Quién iba a pensar que un día, entre cacharros viejos y ropa usada, aparecería un tesoro así. Ahora, el cuadro está a buen recaudo, en un sitio seguro, lejos de miradas indiscretas y precios de risa.
El dilema está servido. Por un lado, la tienda quiere hacer lo correcto y, si es posible, devolver la obra a su legítimo dueño. Pero claro, ¡no saben quién es! Es como buscar una aguja en un pajar. Si nadie lo reclama, este ‘regalo’ caído del cielo podría convertirse en la recaudación de fondos más grande de la historia del centro, dándoles un empujón brutal para seguir con su labor social. Así que, si por casualidad donaste un cuadro grandote en Nelson y eres tú el despistado o la despistada, ¡date prisa antes de que tu obra maestra financie unas cuantas buenas causas!
