
Imagínate la escena: una tranquila mañana en Stoke-on-Trent, un jardín cuidado con esmero y, de repente, el drama. Steph Ricketts se dio cuenta de que algo no iba bien. Su querido gnomo de jardín, bautizado como Gnorman, había desaparecido. Pero esto no era un simple hurto, era un secuestro en toda regla.
En el lugar donde debería haber estado Gnorman, vigilando el césped, los secuestradores habían dejado una nota. No pedían dinero, ni joyas, ni contraseñas de Netflix. El autodenominado ‘gnome-napper’ (el secuestrador de gnomos) exigía un rescate mucho más mundano pero igualmente específico: una pinta de cerveza lager. La nota daba un ultimátum: la pinta debía dejarse en el lugar del ‘crimen’ antes de las 22:30 si Steph quería volver a ver a su pequeño amigo de cerámica.
Ante tal afrenta, la señora Ricketts hizo lo que haría cualquier ciudadano responsable: llamó a la policía. Y sí, los agentes de la policía de Staffordshire se tomaron el caso muy en serio. Un portavoz confirmó que habían recibido un informe sobre el robo de un gnomo de jardín en la zona de Penkhull y que la investigación estaba en marcha. No todos los días uno se enfrenta a un caso de ‘gnome-napping’ con extorsión cervecera.
La tensión en el vecindario era palpable. ¿Cedería Steph al chantaje? ¿Se pagaría el rescate? Afortunadamente, no hizo falta llegar a esos extremos. Gnorman fue encontrado poco después, sano y salvo, abandonado en un banco cercano a la casa. Alguien, quizás con remordimientos o simplemente tras una noche de travesuras, lo había devuelto a las proximidades de su hogar.
Steph Ricketts, aliviada, se alegró de tener a su gnomo de vuelta en el jardín. La pinta de lager nunca fue entregada, por lo que los secuestradores se quedaron con las ganas. La policía, por su parte, sigue investigando las circunstancias de este peculiar suceso que, sin duda, ha añadido un toque de surrealismo a la crónica de sucesos local.
